La Ciudad Dispersa
Dr. Daniel Acosta Ruiz
Catedrático ITC Campus Hidalgo
La ciudad que vivimos hoy en día está llena de comodidades; amplios fraccionamientos amurallados con altas bardas ciegas al exterior, gigantescos centros comerciales equipados con todas las comodidades necesarias para pasar una tarde en familia, grandes y amplias avenidas, puentes vehiculares que desafían las leyes de la física, entre otras tantas amenidades que nos ofrece el modernismo urbano.
Sin embargo, la ciudad es un ente vivo y el crecimiento acelerado de la mancha urbana han enfermado a la ciudad, el “Sprawl” o ciudad dispersa es esta enfermedad que ataca a nuestras ciudades coloniales.
La forma en que vivimos nos exige depender del automóvil para cumplir con nuestras actividades diarias como: ir al colegio, al trabajo, a la iglesia, al mercado, al parque, incluso manejamos 10 km en auto para llegar a un gimnasio donde en la caminadora eléctrica trotaremos 10 km.
Una persona económicamente activa puede pasar dos horas al día sentado en su vehículo, esto representa 10 horas a la semana (laboral) multiplicado por 52 semanas que tiene un año, nos arroja 520 horas al año, es decir, 21.6 días completos en un año atrapados dentro de nuestros propias unidades.
La ciudad dispersa continua creciendo a tal grado de conurbarse con municipios vecinos donde ya es difícil encontrar el límite intermunicipal, es tan extensa que su lectura es complicada para el peatón y el transporte público se ve rebasado en capacidad para brindar servicio a todos los usuarios.
Nuestras ciudades en su fundación fueron espacios “compactos” dónde se encontraban todos los servicios necesarios para desarrollar la vida diaria en escala peatonal, incluso nuestros centros históricos conservan en su esencia esta disposición, que atrae a turistas y locales para ser visitados y sus calles y callejones caminados.
Quizá el urbanismo moderno deba voltear al pasado y considerar los patrones urbano-arquitectónicos locales y jerarquizar a la escala peatonal sobre el automóvil.
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