COVID-19 EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR

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¿Qué es Coronavirus?

Los coronavirus son una familia de virus que causan enfermedades (desde el resfriado común hasta enfermedades respiratorias más graves) y circulan entre humanos y animales.

En este caso, se trata del SARS-COV2. Apareció en China en diciembre pasado (2019) y provoca una enfermedad llamada COVID-19, que se extendió por el mundo y fue declarada pandemia global por la Organización Mundial de la Salud.


La educación se ha visto gravemente afectada por la crisis del coronavirus a nivel mundial y la falta de referencias a crisis semejantes en el pasado hace difícil poder predecir qué pueda suceder en el futuro inmediato. Y en México, las soluciones dejan expuestas fuertes deficiencias y negligencias toleradas por diversos sexenios en el sistema educativo que parece poco preparado para enfrentar este reto y que hoy están cobrando una dolorosa factura:

  • Ausencia de una capacitación docente adecuada para incorporar las tecnologías de la información a la experiencia pedagógica cotidiana.
  • Malgasto y fraude en el uso de miles de millones de pesos del erario en la “adquisición” de computadoras, laptops, tabletas y distintas tecnologías que supuestamente se distribuyeron a docentes y a un número importante de alumnos, pero de las que hoy pocos pueden echar mano para acceder a posibilidades de educación en línea ante su inexistencia, falta de mantenimiento y laxo control de distribución.
  • Precaria adaptación digital de los materiales didácticos que se utilizan de forma presencial en las diferentes asignaturas de los distintos niveles educativos para su enseñanza en línea.
  • Ausencia de servidores con la capacidad suficiente para dar acceso simultáneo a millones de usuarios.
  • Falta de una política para atemperar el acceso desigual a internet con fines educativos para un número muy relevante de estudiantes del país (39.1 % carece de este servicio de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de Información en los Hogares realizada por el INEGI en 2019).
  • Estrategia limitada para garantizar la enseñanza de los aspectos fundamentales del currículo a través de la televisión estatal: utilizar los canales 11, 22 y las televisoras de las entidades es insuficiente; de acuerdo a la SCT, sólo tienen cobertura del 50 % del territorio nacional. Además no está siendo acompañada de guías efectivas para alumnos, maestros y padres de familia, de forma que aquellos que logren ver estas transmisiones puedan potenciar sus beneficios educativos.

A las limitantes enunciadas se suman las características estructurales del sistema educativo: un precario federalismo educativo con una coordinación deficiente entre autoridades educativas federales y estatales. En la única reunión que, hasta al 31 de marzo, habían tenido las autoridades en el Consejo Nacional de Autoridades Educativas (Conaedu) ni siquiera pudieron coordinarse para cerrar al mismo tiempo sus planteles. Por ende, instituciones de educación superior cancelaron clases presenciales antes de la reunión celebrada el 14 de marzo, y al menos 13 estados decidieron adelantar su cierre y no esperar hasta el viernes 20 como había anunciado el titular de la SEP.

Las universidades han cerrado, las clases han sido suspendidas y sustituidas por la formación on-line. Las conferencias académicas también se han cancelado. Los estudiantes que estaban participando en programas en el extranjero no podrán ser evaluados y algunos de ellos no pueden volver a sus países de origen aún. Las implicaciones inmediatas y los inconvenientes van a aumentar en la medida en que el coronavirus se extienda a más países y afecta a más personas.

La situación es particularmente preocupante en los estudiantes que ingresaron a la educación superior porque pueden abandonar sus estudios. En promedio, solo la mitad de las personas entre 25 y 29 años que estaban matriculadas no completaron sus estudios, ya sea por abandono o porque aún continúan estudiando. De los que abandonan, la mitad lo hace en el primer año de su carrera. Los estudiantes han tenido que reorganizar su vida cotidiana para ajustarse a una situación de confinamiento. La mayor parte de los estudiantes desplazados lejos de sus familias, pero dentro del mismo país, han vuelto a casa; pero en el caso de los estudiantes en el extranjero la situación sigue siendo muy variable, con decenas de miles varados en los países de destino esperando a que se reemprendan las actividades presenciales o imposibilitados de regresar a sus países debido al cierre de aeropuertos y fronteras. Inevitablemente, la pérdida de contacto social y de las rutinas de socialización que forman parte de la experiencia cotidiana de un estudiante de educación superior tendrán un costo. El aislamiento que va inevitablemente asociado al confinamiento tendrá efectos en términos de equilibrio socioemocional que dejarán huella, en particular, en aquellos estudiantes con problemáticas preexistentes en este dominio. Al mismo tiempo, esta crisis podría aumentar el número de poblaciones desplazadas en busca de oportunidades, cuestión que acarreará enormes desafíos adicionales.

Por otro lado, no se sabe cómo esta crisis sanitaria afectará los desplazamientos forzados y no forzados de cientos de miles de personas en todo el mundo, lo que seguirá ejerciendo presión sobre los Estados que deberán continuar buscando soluciones tanto para garantizar el derecho a la educación en todos sus niveles a esos grupos, como para un reconocimiento justo de sus estudios, títulos y diplomas.

Es difícil prever qué impactos pueda tener el cambio de modalidad de enseñanza y aprendizaje a medio y a largo plazo para los estudiantes. En principio, si se reproducen por medios tecnológicos las dinámicas tradicionales, no deberían ser muy importantes porque la vuelta a la clase presencial se vivirá como un retorno a la normalidad, especialmente cuando se han previsto fórmulas de evaluación continua de los aprendizajes en línea. Pero debe pensarse igualmente que la experiencia se saldará en algunos casos con muchas dudas acerca de la necesidad de volver completamente a la presencialidad sin sacar mayor partido de las oportunidades ofrecidas por las tecnologías.

Finalmente, es importante anticipar la situación en la que se van a encontrar las cohortes de estudiantes que se gradúen en 2020 o incluso en 2021 y que, debiendo hacer frente al pago de sus préstamos y créditos universitarios, van a encontrarse con un mercado laboral deprimido por causa de la crisis.

También es impresionante que las instituciones de educación superior, o por lo menos una parte importante de ellas, han podido hacer la transición tan rápidamente a ofrecer sus cursos en línea e incorporar nuevos medios de aprendizaje colaborativo y cooperativo en una nueva fórmula de aprendizaje a pesar de que la gran mayoría de los académicos en el mundo no están capacitados para ofrecer cursos a distancia y las limitaciones tecnológicas de algunos estudiantes.

La creación colectiva de conocimiento a través de las Nuevas Tecnologías que se nos presenta ante esta crisis mundial, así como plataformas de trabajo colaborativo que fomentan la creación de redes participativas en donde un modelo de aprendizaje horizontal en el que cada alumna o alumno mantenga su espacio de contribución a la comunidad, con lo que se tienda a estrategias de enseñanza multidireccional.

Una vez que pase la crisis del coronavirus habrá una reestructuración de los patrones de movilidad. Existe incertidumbre acerca de cuándo se podrán reemprender no solo las clases presenciales sino también los exámenes, procedimientos de evaluación y, por supuesto, las matriculaciones que forman parte del ciclo de cualquier curso académico. Por el momento es imposible hacer predicciones.

Aunque, por ahora, el momento de la reapertura de las universidades pueda parecer incierto o indeterminado en el tiempo, esto debería ofrecer una oportunidad para planificar mejor la salida de la crisis. Algunos principios básicos que, de acuerdo con la UNESCO, deberían orientar las políticas nacionales e institucionales:

A. Establecer un marco de referencia que ayude a los procesos de toma de decisiones en el sector de la educación superior, sin olvidad que la primera prioridad debe ser la protección de la salud.

  1. Asegurar el derecho a la educación superior de todas las personas en un marco de igualdad de oportunidades y de no-discriminación es la primera prioridad y, por consiguiente, todas las decisiones políticas que afecten, directa o indirectamente, al sector de la educación superior deberían estar presididas por este derecho. La responsabilidad primera de garantizar que este derecho se ejercita en la práctica recae en los Estados que deben generar marcos regulatorios, de financiamiento y de incentivos adecuados, así como impulsar y apoyar programas e iniciativas inclusivas, pertinentes, suficientes y de calidad.
  2. No dejar a ningún estudiante atrás, en línea con el propósito principal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. La crisis impacta en grado distinto a los diferentes perfiles de estudiantes, pero es innegable que l profundiza las desigualdades existentes y genera otras nuevas. Es imperativo atender, prioritariamente, las necesidades pedagógicas, económicas y también socioemocionales de aquellos estudiantes que, por sus características personales o socioeconómicas, puedan haber tenido, o tengan, mayores dificultades para continuar su formación en modalidades no tradicionales.
  3. Revisar los marcos normativos y las políticas en curso, para asegurar medidas estructurales que entiendan la educación como un continuo donde las trayectorias educativas deben ser fortalecidas desde la primera infancia hasta la educación superior y más allá, para minimizar así la fragilidad de los estudiantes más vulnerables que llegan a la educación superior.
  4. Prepararse con tiempo para la reanudación de las clases presenciales, evitando la precipitación y ofreciendo, desde el primer momento, claridad en la comunicación a toda la comunidad académica y seguridad administrativa y académica, de forma que profesorado, personal administrativo y de servicios, y estudiantes puedan ubicarse en el nuevo contexto conociendo de antemano las disposiciones, los procesos y los mecanismos diseñados para reemprender las actividades docentes.
  5. La reanudación de las actividades presenciales de las IES debe verse como una oportunidad para repensar y, en la medida de lo posible, rediseñar los procesos de enseñanza y aprendizaje, sacando partido de las lecciones que el uso intensivo de la tecnología haya podido conllevar, prestando especial atención a la equidad y la inclusión.
  6. Gobiernos e IES deberían generar mecanismos de concertación que permitan avanzar conjuntamente en la generación de mayor capacidad de resiliencia del sector de la educación superior ante futuras crisis, cualquiera que sea su naturaleza. Es absolutamente imprescindible involucrar a los estudiantes, aal personal docente y no docente en el diseño de las respuestas que las situaciones de emergencia demanden.

B. Estrategias y medidas recomendadas

La puesta en práctica de los principios anteriores puede adoptar estrategias distintas en función de los contextos y aprovechar las lecciones aprendidas de la planificación educativa para la salida de una situación de crisis (UNESCO, 2020). Pero parece claro que hay un cierto número de áreas controvertidas en las que se ofrecen alternativas distintas y que se discuten a continuación, sugiriendo estrategias a escala nacional y también institucional.

Estrategias nacionales

Los Estados tienen una responsabilidad fundamental para garantizar el derecho a la educación superior. En el contexto de la progresiva salida de la crisis, los gobiernos deberían considerar, por lo menos, cuatro vectores: el papel de la educación superior en la recuperación; la necesidad de forjar consensos nacionales; el establecimiento de un marco regulatorio claro; y, finalmente, el fomento de la cooperación internacional.

  1. Contar con la educación superior en los planes de estímulo para la recuperación económica y social.  La magnitud del impacto económico de la pandemia dependerá de cuánto se prolongue en el tiempo, dado que “por cada mes de confinamiento hay una pérdida de 2 puntos porcentuales en el crecimiento anual del PIB” (OCDE, a través de su Secretario General, 23 de marzo de 2020).
    A escala económica y financiera, el contexto post-crisis exigirá que los gobiernos tomen medidas para reactivar la economía, incluyendo paquetes de estímulos. Pero, además, los países deberán atender igualmente necesidades alimentarias y sanitarias, lo cual se traducirá en una fuerte tendencia a reducir el gasto público en educación, sobre todo en aquellos países donde la deuda pública era ya preocupante antes de la crisis.  El sector de la educación y, en particular, el de la educación superior debe ser contemplado como una herramienta en un contexto de recuperación económica y, como tales, deben formar parte integrante de los programas de estímulo que se diseñen. En particular, deberán atenderse las necesidades de un previsible crecimiento de la demanda de educación superior a medio plazo, al tiempo que se redoblan los esfuerzos para paliar el impacto que el empobrecimiento de una parte significativa de la población por causa de la pandemia (que la CEPAL estima en 35 millones de personas en la región) pueda tener en la equidad en el acceso a la educación superior.
    Una parte importante de los recursos deberán ir destinados a las IES, que habrán acusado los efectos de la pérdida de aranceles, y otra parte sustancial al apoyo financiero a los estudiantes más vulnerables, independientemente del sector, público o privado, en el que estén matriculados.
  2. Forjar un consenso nacional para una estrategia de fomento de la recuperación y de la innovación de la educación superior
    Los gobiernos, las conferencias de rectores, las agencias de aseguramiento de la calidad y los consejos nacionales de educación, con la participación de los sindicatos docentes y no docentes y las organizaciones de estudiantes deberían promover cuanto antes un consenso acerca de una estrategia nacional de salida de la crisis para la educación superior. Esta estrategia debería no solo fomentar la recuperación, allí donde los impactos de la crisis se hayan dejado sentir más, sino también el aprendizaje de las lecciones obtenidas, así como el fomento de la innovación, reflexionando acerca de la vigencia del modelo tradicional de educación superior. Semejante estrategia debería contemplar:   1. Principios y orientaciones compartidas para garantizar la protección del derecho a la educación superior.
    2. Medidas de apoyo a las IES para sostener sus esfuerzos en materia de diagnóstico, compensación y nivelación de los logros de aprendizaje de los estudiantes.
  3. Mecanismos de refuerzo de la resiliencia de las IES ante futuras crisis, con especial atención al desarrollo de sus capacidades técnicas, tecnológicas y pedagógicas para usar apropiadamente metodologías no presenciales, así como sus capacidades de seguimiento de los estudiantes, en particular los más vulnerables.
  4. Un debate nacional sobre las lecciones aprendidas de la crisis para la educación superior, sacando partido de los debates y de las experiencias internacionales y 38 contribuyendo a generar, siempre que sea posible, consensos y acuerdos regionales e internacionales.
  5. Una comunicación compartida y eficaz de los mensajes hacia la opinión pública.
  6. Dotarse de un entorno normativo claro en la reapertura de las aulas que genere seguridad

La situación de excepcionalidad que viven todos los actores de la educación superior conlleva muchas incertidumbres acerca de qué sucederá cuando se reabran las IES para la enseñanza presencial. Es muy importante que, en el contexto de un consenso nacional, se anuncien cuanto antes las medidas que se tomarán para la salvaguarda de la calidad y de la equidad en la educación superior. Por medio de la máxima transparencia y difusión se trata de ofrecer un marco regulatorio que genere seguridad en aquellas áreas que mayor controversia generan. Concretamente:

  • ¿Deben postergarse los exámenes de acceso a la educación superior? En aquellos países donde la duración de la pandemia afecta el calendario de los exámenes de acceso, es preferible posponer hasta la fecha más tardía posible su celebración y, solo en el caso en que esto no sea posible, o bien establecer mecanismos alternativos a los exámenes (por ejemplo, la estimación de la nota del examen a partir de las cualificaciones obtenidas en los últimos cursos) o su celebración en plataformas tecnológicas, lo cual exigirá una enorme complejidad. Deberá prestarse especial atención a los mecanismos de ingreso diferenciado que benefician a poblaciones vulnerables para no comprometer su realización. La supresión total del requerimiento del examen puede convertirse en un estigma para toda una generación de estudiantes. La opción de diseñar fórmulas innovadoras no debe descartarse; una opción, que se ha propuesto en Inglaterra, consiste en basarse en los logros obtenidos durante la secundaria superior, para establecer una predicción de la nota que se hubiera obtenido, dejando en manos del estudiante recurrir a una segunda convocatoria para mejorar el resultado obtenido por esta predicción. La utilización de las cualificaciones como predictor es una antigua práctica en el Estado de Texas, USA, y crecientemente lo es en Chile y en otros países; en todos estos casos los estudios demuestran que su uso tiene una alta capacidad predictiva para seleccionar a los mejores estudiantes en sus contextos; al hacerlo, estos mecanismos aportan directamente al objetivo de inclusión y equidad puesto que seleccionan a los mejores sin discriminación basada en características socioeconómicas, étnicas, de género o cualquier otra que represente motivos prohibidos de discriminación;
  • Las prácticas curriculares externas, que los rectores de las IES españolas, por ejemplo, han propuesto que se consideren completas si dio tiempo a realizar como mínimo el 50% antes de la suspensión de las actividades presenciales. Mención particular merecen los estudiantes de ciencias de la salud y de educación, puesto que sus entornos típicos de prácticas probablemente no funcionen con normalidad hasta bien después de terminado el confinamiento;
  • El calendario académico y, en particular, si se da ya por finalizado el semestre. En este sentido, ¿Debería promoverse la repetición de curso? En el supuesto de que el cese de las actividades presenciales se acerque o supere un trimestre académico, el 39 debate sobre la repetición de curso emergerá. Esta opción debería descartarse porque sus beneficios para los estudiantes y para el sistema son nulos. Por el contrario, debería centrarse la atención sobre los mecanismos de compensación y de nivelación y, eventualmente, una extensión de la duración del curso académico, alargando su duración.

4. Comprometerse con la cooperación internacional

Ante una crisis que no conoce fronteras, la cooperación internacional desde la perspectiva del multilateralismo es más crucial que nunca. Esta cooperación es importante en el sector de la educación superior no solo por su impacto en la movilidad internacional, sino porque, por encima de todo, es el único camino posible para aprender más rápidamente qué es lo que ha funcionado en el contexto de la crisis, por qué y bajo qué circunstancias, y de forjar alianzas que, ante futuras crisis, permitan actuar de forma coordinada y con mayor eficiencia.

Concretamente, la cooperación internacional debe orientarse a:

  • Favorecer el aprendizaje político entre pares:
    • Generar alianzas que favorezcan la resiliencia de los sistemas de educación superior;
    • Compartir recursos y soluciones tecnológicas; y
    • Dar mejor cobertura jurídica internacional a la movilidad académica

Estrategias institucionales

A escala institucional, resulta inevitable centrar la atención, en primer lugar, en cómo gestionar los procesos, en particular la continuidad formativa, durante la crisis e inmediatamente después y, en segundo lugar, aprovechar las lecciones aprendidas para reflexionar sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje en la educación superior.

  1. Anticiparse a una suspensión de larga duración, centrando los esfuerzos en asegurar la continuidad formativa y garantizar la equidad, generando mecanismos de gobierno, monitoreo y apoyo eficientes.Semanas después de suspender las actividades presenciales podría parecer que hay que transitar meramente en un compás de espera, hasta que puedan reanudarse las clases. Tomando como referencia lo que está sucediendo en China y en otros países asiáticos, todo parece sugerir que la recuperación de las clases presenciales tomará más tiempo del que se previó inicialmente, posiblemente entre dos y cuatro meses. El hecho de que las clases presenciales sean, precisamente, actividades en grupo conllevará que, en el contexto de medidas de distanciamiento social, su retorno se haga esperar.Los enormes esfuerzos de adaptación a las nuevas modalidades formativas tanto por parte de profesores como de estudiantes requieren igualmente que las IES monitoreen cómo se desenvuelven las actividades docentes y cuáles son las necesidades, de todo orden, que emergen en la comunidad académica. Es conveniente, por lo tanto:

• Dotarse de un gabinete de crisis cuya atención se centre fundamentalmente en la continuidad y la equidad y que incorpore elementos técnicos y pedagógicos, pero también la voz de los principales actores;
• Monitorear y hacer el seguimiento cotidiano de las necesidades que, en cada caso, vayan surgiendo;
• Atender prioritariamente las problemáticas vinculadas a la falta de equipamiento o de conectividad, en la medida de lo posible ofreciendo servicios y aplicaciones para teléfonos celulares; y
• Garantizar que estudiantes y profesores disponen de líneas de apoyo constantes, por vía telefónica o por internet.

2. Diseñar medidas pedagógicas para evaluar formativamente y generar mecanismos de apoyo al aprendizaje de los estudiantes en desventaja

¿Cómo validar los aprendizajes realizados a distancia?

La recomendación inevitable es que se realicen pruebas diagnósticas de evaluación en cada uno de los cursos para situar el nivel de competencias de cada estudiante con relación a lo que sería razonablemente esperable. Es muy importante que estas pruebas sean formativas en el sentido de que orienten las respuestas docentes y que éstas permitan diferenciar adecuadamente los distintos niveles de logro de los estudiantes. Existen diversos instrumentos para evaluación a distancia que pueden ser eficaces, aunque una cuestión todavía no totalmente resuelta es la verificación de la identidad del estudiante. De nuevo, la tecnología puede ser utilizada como una herramienta de apoyo para la personalización de las actividades de nivelación.

En este sentido, hay algunas estrategias que, a pesar de ser infrecuentes en educación superior, pueden dar buenos frutos como, por ejemplo:

  • Tutorización individualizada;
  • Grupos reducidos de aprendizaje para la nivelación en materias críticas por su carácter instrumental; y
  • Escuelas de verano (o de invierno) que ofrezcan seminarios compensatorios.

Inevitablemente, la puesta en marcha de iniciativas como éstas conlleva un coste asociado nada despreciable, pero los beneficios en términos de calidad de aprendizajes y de equidad, sobrepasan con mucho los costes.

3. Documentar los cambios pedagógicos introducidos y sus impactos,

Las IES deberían, en un ejercicio de transparencia, documentar desde el primer momento las medidas y los cambios realizados para promover el aprendizaje de los estudiantes a distancia. En este sentido, orientaciones y recomendaciones como las que ha distribuido el Departamento de Educación de los Estados Unidos o el Ministerio de Educación del Perú pueden ser muy útiles. Esta documentación será, probablemente, requerida en algún momento por las agencias de aseguramiento de la calidad para certificar los procesos.

4. Aprender de los errores y escalar la digitalización, la hibridación y el aprendizaje ubicuo

Muchos países han cometido el error de confiar exclusivamente en la educación online, que solo permite garantizar oportunidades de continuidad del aprendizaje a los jóvenes bien equipados y conectados. El recurso a tecnologías que exigen conectividad estable y con ancho de banda tiene un especial impacto en los sectores más vulnerables. El acceso a internet no siempre es posible y cuando lo es, la conectividad muchas veces tiene deficiencias. Las clases que se transmiten en streaming, por ejemplo, son de mayor dificultad de acceso por la cantidad de datos que gastan y la calidad de conectividad que demandan. En este sentido, la virtualización tiene un especial impacto en los estudiantes en desventaja social y económica que solo recientemente se han beneficiado de los procesos de democratización y masificación en el ingreso a la educación superior. Siendo la virtualización la principal herramienta educativa para sostener el funcionamiento de la educación, debe considerarse la enorme brecha digital. Su existencia debe ser reconocida, no para impedir la virtualización, sino para diseñar estrategias y mecanismos de apoyo que ayuden a combatirla con más intensidad aún.

Pensando en el futuro hay que partir del principio del realismo y generar estrategias que no confíen solo en una única tecnología, sino que combinen varias para garantizar que se llega a todos los estudiantes o, lo que es tanto o más importante, que las soluciones tecnológicas no perjudican a quienes ya parten de una situación de desventaja. Cada IES, y probablemente cada disciplina, deben encontrar la combinación de tecnologías y recursos más apropiadas para mejorar el impacto pedagógico. No es necesario pensar en posibles crisis futuras para tener una aproximación diversificada al uso de tecnologías en la educación superior: basta hacer un ejercicio de realismo aplicando el principio de que hay que invertir más esfuerzos en aquellas tecnologías, recursos didácticos y soportes que están al alcance de todos para mejorar la calidad de la docencia presencial y promover metodologías híbridas, es decir, que combinan lo mejor de la presencialidad con el potencial de las tecnologías como soporte para la renovación y la mejora pedagógicas.

Al mismo tiempo, en el marco de políticas públicas nacionales y con el apoyo de las industrias y de las compañías de telecomunicaciones, hay que promover la innovación, aprovechando el potencial de la digitalización para hacer realidad el principio del aprendizaje ubicuo o móvil, cuyas ventajas para la educación superior han sido objeto de múltiples estudios (Aljawarneh, 2019; Pimmer, Mateescu, & Gröhbiel, 2016). En la práctica, esto implica:

  1. Reconocer el potencial de los teléfonos celulares como herramientas de comunicación y de aprendizaje, así como de acompañamiento y seguimiento socioemocional de sus estudiantes. En la mayor parte de los países, los estudiantes de educación superior cuentan con los dispositivos, aunque con configuraciones a veces muy básicas, pero su uso pedagógico ha sido en muchos casos vituperado.
  2. Promover la mejora de las condiciones para acceder a equipamientos y, sobre todo, a paquetes de conectividad móvil que faciliten que los estudiantes y el profesorado mejoren su capacidad tecnológica. En este sentido, el coste de la conectividad es crítico para promover el aprendizaje móvil. En algunos países, particularmente en África occidental, algunas compañías de telecomunicaciones ofrecen la gratuidad en el uso de datos para aplicaciones y servicios educativos. En Ruanda son las dos compañías principales de telecomunicaciones las que se han comprometido a hacerlo. Esta es una posibilidad que los gobiernos deberían promover a escala nacional.
  3. Recuperar programas de radio y televisión y digitalizarlos para que sean accesibles a través de canales educativos y, alternativamente, también como podcasts.
  4. Extender, por medio de tecnologías de bajo coste, la posibilidad de grabar clases presenciales que sean debidamente curadas por los centros de recursos o bibliotecas de las propias IES. Hay muchas lecciones que aprender de la experiencia internacional acumulada con los MOOCS.
  5. Desarrollar las capacidades de los docentes, ofreciendo incentivos y apoyos apropiados, para que el uso de soluciones y recursos tecnológicos que pueden mejorar la calidad de su trabajo se extienda.

5. Promover la reflexión interna sobre la renovación del modelo de enseñanza y aprendizaje

Finalmente, las IES habrán perdido una gran oportunidad si no se paran a reflexionar internamente, con la participación de estudiantes y profesores, acerca de las lecciones aprendidas durante la crisis sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje. La pregunta crítica es si la experiencia adquirida puede capitalizarse para un rediseño de estos procesos, maximizando las ventajas de las clases presenciales al tiempo que se extrae mayor partido de las tecnologías, y, en segundo lugar, hasta dónde quiere o puede llegar cada institución.

Esta reflexión podrá llevarse mejor a cabo si las IES cuentan con oficinas de innovación y apoyo pedagógico cuyo papel, además de desarrollar las competencias pedagógicas del profesorado, es el de fomentar la innovación pedagógica y acumular y diseminar las evidencias que resulten de su evaluación.

Se acostumbra a decir que en cada crisis hay siempre una oportunidad. Tal vez, en este caso, sea la de la revisión pedagógica. Es de esperar, en este sentido, que sean muchas las IES que emprendan el camino de una necesaria renovación pedagógica que favorezca tanto la calidad como también la equidad.

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Fragmentos tomados de Forbes / IESALC  / Nexos / GOB MEX